V Red de Marchas por la Visibilidad de las Personas con Diversidad Funcional

El próximo día 10 de septiembre el Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID) iniciará, en Madrid, la V Red de Marchas por la Visibilidad de las Personas con Diversidad Funcional, en las que se reivindicará el cumplimiento de lo establecido en la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (Diversidad Funcional).
 
El FVID es una comunidad constituida por personas de toda España, y de otros países, que conforma un foro de reflexión filosófica y de lucha por la defensa de los Derechos Humanos de las personas con diversidad funcional y cuyos pilares radican en el Movimiento de Vida Independiente, desarrollado a nivel mundial.
 
Por quinto año consecutivo este colectivo sale a las calles de la capital de España para celebrar una fiesta reivindicativa de los derechos de las personas con diversidad funcional, en demanda de una igualdad de oportunidades real. Se espera contar con la presencia de quienes dieron su apoyo en ediciones anteriores y haciendo un llamamiento a las personas con reconocida conciencia social e intelectuales para que en estos momentos apoyen la lucha en la primera trinchera en que se batalla por los derechos humanos básicos ante el fraude de la compasión.
 
Con esta Marcha se pretende visibilizar ante la sociedad que derechos humanos como vivir de modo independiente, tener accesibilidad plena a bienes y servicios, que nuestros niños y niñas no sean segregados en los centros educativos o no ser forzado o inducido a vivir en residencias. Estos son derechos vulnerados sistemáticamente por todas las administraciones públicas españolas. La violación de estos derechos fundamentales sostiene una organización social que estimula el internamiento en entornos en los que desde 2009 se han producido 14 asesinatos y 2 homicidios.
 
El FVID te pide que el 10 de septiembre te unas a la Marcha si entiendes que la diversidad funcional no es un problema, sino una condición humana que enriquece a la sociedad. Todos iguales y diferentes en un mundo de “divertad” o, lo que es lo mismo, de dignidad y libertad en la diversidad.
 
Más información sobre esta V Marcha en: http://www.forovidaindependiente.org
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FORO DE VIDA INDEPENDIENTE Y DIVERTAD
 
“DERECHOS HUMANOS ¡YA!”
“NADA SOBRE NOSOTROS SIN  NOSOTROS”

El Estado impide que se instale un ascensor para un minusválido

La Seguridad Social recurre una sentencia que le obliga a ceder 3,2 metros de un local vacío de Cornellà – JESÚS GARCÍA – Barcelona – 18/08/2011 [ElPais.es]

No sé a qué juegan. Igual quieren ganar tiempo para ver si los vecinos nos cansamos. Estábamos tan contentos con la sentencia… Y ahora mira, otra vez a esperar“. Jesús Yepes es un padre desesperado. Él y toda la comunidad de propietarios del número 8 de la calle de Vistalegre, en Cornellà de Llobregat (Baix Llobregat), llevan más de seis años reclamando que se instale un ascensor en la finca. Pero han topado con la oposición férrea de la Seguridad Social, propietaria de un inmenso local vacío en los bajos del edificio.

Los padres de Adrián Yepes le ayudan a bajar las escaleras en su casa de Cornellà.- MARCEL.LÍ SÀENZ

Como la finca donde vive la familia Yepes es vieja, el ascensor solo puede funcionar si ocupa una pequeña parcela (3,23 metros cuadrados) de ese local propiedad del Estado. Los vecinos no quieren el elevador únicamente para subir la compra sin esfuerzo: lo necesitan. El hijo de Jesús, Adrián, es un joven de 18 años que padece un grado de disminución física del 87%. Bajar las escaleras para salir a la calle supone, para él y su familia, un suplicio.

Pese a la mediación del Ayuntamiento de Cornellà y las promesas de los responsables de la Seguridad Social, los vecinos no lograron nunca arrancar un sí definitivo para el ascensor. Eso a pesar de que el local lleva tres años vacío y de que ofrecieron, a cambio, una compensación económica. De modo que decidieron demandar a la Administración. Ahora, la titular del Juzgado de Primera Instancia número 10 de Barcelona les ha dado la razón. La jueza obliga a la Tesorería a ceder el espacio para instalar el ascensor a cambio de una indemnización, por daños y perjuicios, de 3.618 euros, como planteaban los vecinos.

Pero el ascensor no se va a construir. Al menos, de momento. El Ministerio de Trabajo ha recurrido la sentencia ante la Audiencia de Barcelona y ha paralizado, así, la instalación. Una decisión que, lamentan los vecinos, va a impedir que Adrián vea mejorada su calidad de vida. “Estamos contentos porque la justicia nos da la razón. Pero no sirve de nada porque no podemos poner el ascensor. Y a mi hijo cada vez le cuesta más moverse. Desde que pusimos la demanda, le han aumentado en dos grados la incapacidad. Estoy indignado”, relata Jesús que, aun así, se muestra convencido de la perseverancia de la comunidad de Vistalegre.

Adrián no es el único vecino que necesita del ascensor para vivir bien. En la finca reside una mujer de 52 años con una minusvalía del 53%. Cuando se interpuso la demanda también vivía, en el mismo bloque, una anciana de 82 años, hoy ya fallecida, con problemas de movilidad.

En el juicio, la Seguridad Social se opuso a la demanda alegando que los vecinos no habían reclamado, previamente, por la vía administrativa.La jueza considera que ese argumento es insuficiente, precisa que “la función judicial es resolver definitiva y eficazmente los conflictos que a ella se someten” y recuerda que la Tesorería ha tenido “sobrado conocimiento previo de las pretensiones de la comunidad“.

La discrepancia, añade, “se centra en determinar el alcance de la compensación económica“. La magistrada da por buena la cifra que ofrecen los vecinos -que tilda de “razonada y ponderada“- y considera, en cambio, que la que exige la Seguridad Social es “desorbitada y no justificada“. La Administración del Estado reclama a los vecinos que paguen 3.000 euros por cada uno de los metros afectados por el ascensor.

Ese espacio es “necesario” para instalar el ascensor, ya que debido a la estructura del edificio tiene que partir de allí hacia el patio de luces. La sentencia obliga a la Administración a “permitir el acceso al inmueble” a los operarios para que efectúen las obras, pero no se puede ejecutar hasta que sea firme. El local cuenta con una superficie de 569 metros y acogió, hasta hace tres años, la sede de la Seguridad Social en Cornellà.

En el recurso ante la Audiencia de Barcelona, la Seguridad Social critica las “graves omisiones” de la sentencia al fijar la indemnización. La cantidad, dice el documento, debe medirse por cada metro cuadrado porque, cuando se instale el ascensor, es posible que se necesite más superficie de la prevista.

Al tratarse de patrimonio público, añade el recurso, “parece adecuado que una segunda instancia judicial se pronuncie“. El Ministerio de Trabajo insiste en que defiende, a través de su patrimonio, el interés general. Y argumenta, en ese sentido, que el ascensor supondrá una pérdida de valor del local porque no solo afecta a una zona de paso, sino que es “el acceso directo a la vía pública y la salida de emergencia natural del inmueble“. En la misma línea, razona que provocará “una pérdida de la luz natural del local” que redunda en perjuicios para el erario público.

A Jesús Yepes, todas esas prevenciones le suenan a excusa. Le cuesta comprender, dice, la tozudez de la Administración. Pero está dispuesto a luchar: “Tengo el apoyo de los vecinos. Pondré pancartas en el balcón. Nos moveremos“. Mientras, el tiempo pasa y su hijo Adrián necesita cada vez más apoyo de sus padres para salir a la calle. “Siente más inseguridad y más miedo que el año pasado cuando tiene que subir o bajar las escaleras con nuestra ayuda“. Jesús se siente dolido, también, por las promesas incumplidas: “Nos dijeron que nos cederían el espacio cuando se trasladaran, y no lo hicieron. Se comprometieron a buscar una solución cuando les pusimos la demanda, y tampoco lo hicieron. Ahora les han condenado, y ni así ceden. ¿Qué más se puede hacer?

Tragedia en el Boecillo

Por Antonio Centeno

Tres niños de 3, 9 y 14 años fueron  asesinados anteayer, al parecer por una trabajadora del “centro de acogida de  menores discapacitados motrices” de Boecillo (Valladolid) en el que los  menores estaban recluídos. Según relata El País, la asesina los asfixió con  bolsas de plástico, y destaca bajo el titular que “Los investigadores creen  que podría tratarse de un homicidio compasivo”. Para que comprendamos por qué  destacan esta hipótesis, los periodistas señalan que el centro estaba  destinado a “niños que sufren discapacidad”, y que “los tres fallecidos  presentaban movilidad reducida entre el 78 y el 90%”

Me sobrecoge una extraña sensación, a medio  camino entre el escalofrío y el vómito, al preguntarme cómo es posible que en  la cadena humana que va de los investigadores al editor, pasando por los  periodistas, nadie haya sido consciente del poso filonazi que contiene enviar  a la sociedad el mensaje de que un asesinato por odio al diferente pueda  visualizarse como un acto compasivo. Los niños no “sufrían discapacidad”,  tenían un cuerpo que funcionaba diferente a la media estadística (diversidad  funcional), lo que sufrían era discriminación y falta de apoyos para la  igualdad de oportunidades. Conservo como oro en paño un “certificado de  minusvalía del 100%” que me expidieron a los 13 años, y ahora que me acerco a  los 40 puedo afirmar con conocimiento de causa que la diversidad funcional no  tiene por qué acarrear sufrimiento. Eso sí, la cosa empieza a joderse cuando  te miran y describen en función de lo que “no puedes hacer por ti mismo” (si  usted cree que “hace cosas por usted mismo, sin la ayuda de la comunidad”  deténgase un instante a pensar cómo obtiene alimentos, agua, ropa, energía,  vivienda, educación…) y va empeorando a medida que se te niegan los apoyos  necesarios para vivir como el resto de niños. O bien se te arrincona en una  institución o bien te convierten en una carga descomunal para la familia (sea  ésta propia o de acogida) Se ha recogido en prensa que una ex-trabajadora del  centro de reclusión estaba tramitando la adopción de uno de los niños  asesinados. ¿No es razonable pensar que si se ofreciese a las familias  (propias o de acogida) los apoyos profesionales suficientes los niños podrían  crecer fuera de las instituciones? En un ambiente desinstitucionalizado y sin  ser convertidos en pesados fardos para la familia esos niños podrían haber  crecido tan felices como cualquiera. No haber tenido esas posibilidades es  sufrir discriminación y falta de igualdad de oportunidades, eso es lo que  sufrían y no “una discapacidad”.

Hay dos indicios que, a mi entender, apuntan  poderosamente en la dirección del crimen por odio al diferente. En primer  lugar, la Historia; venimos de un pasado reciente en el que se orquestó un  programa sistemático de exterminio de personas con diversidad funcional que  luego se extendió a otras minorías. Sin embargo, siendo las primeras víctimas,  resultaron las más olvidadas y menos reconocidas, investigadas y reparadas por  los regímenes posteriores. Subsiste en el imaginario colectivo esa mirada que  visualiza la diversidad funcional como un problema personal, algo que reduce  el valor de la vida humana hasta resultar prescindible, o como mínimo  desechable en instituciones segregadas. Hay trazas sutilísimas de esta  minusvaloración de la vida de las personas con diversidad funcional en todo el  entramado sociocultural y político, baste como ejemplo el plazo diferente para  interrumpir el embarazo según las características funcionales del  nasciturus.

La segunda razón para aventurar la hipótesis  de “odio al diferente” me surge de las entrañas. Imagino a la asesina, imbuida  de un poder absoluto sobre esos cuerpos, acostumbrada a manejarlos cómo,  cuándo, dónde y para lo que le parezca, envolviendo sus cabezas en bolsas de  plástico, sosteniendo firmes las manos impertérrita a los gritos, a las  convulsiones…y no soy capaz de apreciar en ello el más mínimo atisbo de acto  compasivo, tan sólo una violencia extrema fruto de un odio incontenible,  subterráneo y atávico que se desata al encontrar momento y lugar  apropiados.

Ángel García (el padre Ángel), presidente de  Mensajeros de la paz, ONG que gestiona el centro de reclusión en  colaboración con la Junta de Castilla y León, verbalizó otra hipótesis que  estoy seguro ha pasado por la mayoría de cabezas que se han ocupado de esta  tragedia; “Son actos que sólo pueden obedecer a la locura”. Una vez más,  pasamos por alto la evidencia científica de que las personas con enfermedad  mental NO son estadísticamente más violentas que el resto de la población y  reforzamos el estigma que recae sobre este grupo humano desde tiempos  inmemoriales. Para más inri, el propio presidente de  Mensajeros reconoce que la asesina jamás había  solicitado una baja por motivos psiquiátricos ni había presentado  “comportamientos anómalos”. No hay ninguna buena razón para inclinarse por la  hipótesis del “acto de locura”.

Finalmente, también se ha apuntado como  posible explicación de los hechos el llamado síndrome  de burnout, un estrés  intenso y prolongado que se genera en el ámbito laboral. Sin embargo, esta  hipótesis no parece ser suficientemente sólida si tenemos en cuenta que el  centro de reclusión cuenta con instalaciones modélicas, tiene capacidad para  seis menores y sólo albergaba a tres, y la asesina tenía un contrato estable  desde hacía cinco años.

Según informa El  País, la Consejería de  Familia de Castilla y León  insiste en la idoneidad del centro y tiene intención de reabrir el mismo “en  cuanto sea posible”. Alguien debería pensárselo dos veces. No sólo porque no  es la primera vez que se produce un asesinato en un centro de reclusión de  Castilla y León gestionado por Mensajeros de la  paz (Zamora, 4 de marzo de  2003), si no porque hechos como la recientemente iniciada investigación de la  Fiscalía General del Estado de Holanda sobre el presunto asesinato de 34  menores internados en un psiquiátrico católico muestra que no existe la “buena  residencia”. Cuando se colectivizan la intimidad  (no poder decidir  quién, cuándo, cómo y para qué toca mi cuerpo), los espacios personales (no  poder decidir dónde ni con quién vivo, quién cuándo, cómo y para qué está en  mi domicilio) y los tiempos de la cotidianidad (no poder decidir cuándo me  acuesto, levanto, cago, ducho, follo, duermo, despierto, visto, desvisto,  entro, salgo, me pierdo, me encuentro…) estamos dinamitando el mismísimo  núcleo de la dignidad humana y generando un ambiente de desigualdad de poder  propicio para que se desencadene la violencia basada en el odio al  diferente.

La Administración española, en todos sus  niveles y gobernada por todos los colores políticos, hace caso omiso de la  Recomendación CM/Rec(2010)2  del Comité de Ministros  sobre la  desinstitucionalización y la vida en comunidad de los menores con  discapacidad, que pide a los gobiernos  “tomar todas las medidas  legislativas, administrativas y otras apropiadas para adherirse a los  principios establecidos en el apéndice de esta recomendación para  sustituir los servicios  residenciales por servicios comunitarios dentro de un calendario razonable y  un enfoque global”. Una muestra palpable del desinterés y la  desidia por abordar la desinstitucionalización de las personas con diversidad  funcional es el hecho de que la ley  ómnibus para adaptar la legislación española a la  Convención sobre los  derechos de las personas con discapacidad no incluye ninguna reforma para hacer  efectivo el derecho a la vida independiente y a ser incluído en la comunidad  (artículo 19 de la Convención) Y ello pese a que la  Ley de Autonomía Personal  (Ley de Dependencia) está vigente desde 2007 sin haber conseguido  dotar a la ciudadanía de una alternativa real para evitar acabar en una  institución o al “cuidado amoroso” de la familia. Lejos de transformar las  situaciones de dependencia en independencia, la  Ley de  Dependencia hace honor a su nombre oficioso facilitando,  promoviendo y perpetuando la institucionalización de las personas con  diversidad funcional en residencias y en el ámbito  familiar.

Ya para acabar, por favor, no se crean eso de  que “es una cuestión de costes económicos”. En primer lugar, por un principio  de “precaución e higiene mental”; esos son parte de los mismos argumentos que  la propaganda nazi utilizó para justificar el exterminio de personas con  diversidad funcional. En segundo lugar, porque es falso. Una plaza en un  Centro de Atención a  Minusválidos Físicos (CAMF) tiene un coste de4.000 a5.000 euros  mensuales. En cambio, el Ayuntamiento de Barcelona desarrolla desde 2006 un  proyecto piloto de vida independiente que tiene un coste medio de 2.500 €/mes  (oscila entre 1.000 y 5.000 según las necesidades de apoyo de cada persona)  Entonces, ¿qué demonios pasa? ¿por qué no cumplimos con las recomendaciones de  la UE sobre desinstitucionalización y con los compromisos adquiridos con la  ONU en materia de derechos humanos de las personas con diversidad funcional?  La respuesta es compleja, pero la tragedia de Boecillo puede darnos algunos  indicios sobre las (sin)razones que lo explican: un sustrato sociocultural y  político que minusvaloriza la vida de las personas con diversidad funcional  reduciéndolas en expectativas y necesidades a las mismas que podría tener una  vaca en un establo, la falsa creencia de que existe “la buena residencia”, la  desidia política en toda su gama ideológica, la incapacidad manifiesta de la  Administración en todos sus niveles, la connivencia de buena parte del  movimiento asociativo que se ve atrapado en la necesidad de mantener nóminas y  devolver préstamos, el desinterés de los organismos y entidades de defensa de  los derechos humanos, la alienación que siglos de discriminación y opresión  sistemática han generado sobre las personas con diversidad funcional, etc. Es  una tarea colosal la que tenemos por delante, pero más allá de los días de  luto oficiales y de la compulsiva necesidad de restaurar el orden establecido  sin analizar con rigor y coraje las causas estructurales de este tipo de  tragedias, alguien debería empezar a mover ficha. ¿Qué tal si la  Ley de Igualdad de  Trato que se está tramitando en el Congreso  incluyera entre sus medidas de prevención de la discriminación un plan con  calendario y presupuesto que implementase la  Recomendación CM/Rec(2010)2?

 

Diversidad funcional, aquí y ahora

MAIKA IMEDIO. 08.08.2011 (20minutos.es)

Existen el aquí y el ahora. El pasado ya lo vivimos, mas no es. El futuro quizá llegará, y aún no es. En el aquí y el ahora sí podemos ser, tomando consciencia de nuestra existencia en ellos.

Existen los contrarios. Gracias a la luz, conocemos y apreciamos la oscuridad. Lentitud y velocidad. Actividad y quietud. Sonidos y silencio. Disfrutamos de la luna, en parte, por su esencia contraria al sol. Disfrutamos de él por lo mismo.

Existe el ser humano. Con elementos contrarios que lo conforman interior y exteriormente, el hombre y la mujer evolucionan a lo largo del camino. Ésa debe de ser la clave: crecer, ampliar perspectivas, fijar las bases y diversificar sensaciones, pulirnos a nosotros mismos, mirar a los veinte años de forma distinta a como miramos a los cincuenta, aprender y mejorar respirando a pleno pulmón la vida en la que discurre nuestro día a día. Respirando y respetando. Aquí y ahora.

Y existen los Derechos Humanos. La diversidad funcional (discapacidad) también es vida humana. Vida a veces oculta y vida discriminada. Sin embargo, los diversos funcionales sólo funcionamos, en parte, de forma diferente a como lo hace la mayoría. Ahora convivo con una diversidad funcional y, como hace poco dijo un amigo, tampoco yo cambiaría mi vida de hoy por la de ayer.

Abrir la ventana de una realidad poco conocida, impulsar a la sociedad en su evolución, contribuir a que la diversidad funcional sea visible y no pisoteada, invitar a todo bicho viviente a no discriminar a quienes somos diferentes y, al mismo tiempo, iguales… Para eso hacemos la Marcha por la Visibilidad de las Personas con Diversidad Funcional. La cita, el 10 de septiembre a las 18 h. en la Plaza Jacinto Benavente, en Madrid.